CAPITULO III

“Salir de Tolosa debe ser tan jodido como entrar” o eso pensaba. Así que a pedalear desde el barrio de L’Unión hasta un pueblo a 4km llamado Montrabé, primera parada de tren desde Toulouse (Tolosa en la lengua occitana). Así nos subimos al tren y nos quitamos 30km de área metropolitana llena de trafico, o eso pensábamos. Hay huelga nacional de la SNCF.

Lxs trabajadorxs están luchando para que no les supriman algunos de los derechos laborales que antaño consiguieron con tanto esfuerzo. Así que no hay tren, toca pedalear por la comarcal D112 dirección a Lavaur. No hay tanto tráfico como esperabamos, quizá porque son las 12 del medio día y la gente esta comiendo, aunque un poco tarde para empezar una jornada de pedaleo, pero oye no hay prisa ¡Ya llegaremos! Después de unos cuantos “sube y baja” llegamos a Lavaur y al salir nos perdemos. Tiramos dirección a Gaillac y tocará hacer unos kilómetros de más. Sin embargo pasamos del “sube y baja” a llanear así que al final sale a cuenta. Pedaleamos junto al río Tarn que dará nombre al departamento que estamos a punto de cruzar por el norteeste. En el pueblo de Marssac aparece un carril bici segregado del trafico motorizado que conduce hasta la ciudad de Albi. Mejor imposible. Parada en esta ciudad de tamañano pequeño-mediano, comemos algo, inflamos las ruedas en una tienda de bicis a nueve bares y seguimos “vers le nord”.

Saliendo de la ciudad nos perdemos y nos metemos en la autovía. A recular y pillar la comarcal D71 que comienza a subir a la montaña y deja el el vallecillo del Tarn abajo. Más nos habría valido seguir la carretera del río! Pedaleamos hasta las 20h, entramos en el Aveyron y llegamos al pueblecito de Requista, agrícola como todos los que hemos atravesado hoy. Esta zona es la mayor productora de ganado ovino de toda Francia. Un paisano que lleva demasiados pastis encima me ofrece pernoctar en su casa, su mujer va a cocinar algo. Al parecer el frio y la esterilla tendrán que esperar. El día siguiente amanece frío y neblinoso en Requista. Seis grados y un ambiente muy húmedo que cala los huesos. Por suerte una hora más tarde el sol disipa la bruma y comienza a calentar. Sale vapor de la tierra humedad. Por estos lares la tierra es marrón oscuro, con muy buen tempero para el cultivo, unos pastos de gran calidad. Lo que no está cultivado son puros bosques entre casas aisladas o pequeños núcleos urbanos. Justo en la línea donde acaba el asfalto comienza las hierbas verdes y altas. Tiene un parecido en esta época del año con la zona euskalduna de Zugarramurdi, pero todavía más verde.

El comienzo del macizo central nos da la bienvenida. Un sinfín de vallecillos, subidas y bajadas, y falsos llanos nos hacen acumular unos 1.200 metros por día sin en realidad subir ningún puerto como tal. Un poco frustante para lo que estamos acostumbrados en Aragón, pero todo se andará. Pedaleamos siempre hacia el noreste, pasando por Curan y llegando a Ceverac Le Chateau, lugar conocido por la historia de “La bestia de Gévaudan” (si habéis visto la peli del “Pacto de los lobos” os podréis hacer una idea del lugar). Me han aconsejado los lugareños que dormir “a la belle etoile” no es muy buena idea por estos montes ya que tiene una importante comunidad de lobos. No hay problema, habrá que buscar algún pubelo con bar para terminar la jornada. Y así, dando pedales, subiendo y bajando, cruzando montes que dan paso a bosques de pinos y tierra un poco más seca, parecida a la Jacetania alta en esta época, llegamos a Barjac. Cenaremos en el bar del pueblo, ensalda ilustrada y patatas asadas con bien de pan! Después, mientras se pone a tronar y llover comenzamos a estirar un poco en el bar. Un paisano llamado David nos pregunta de donde venimos. Casualmente conoce bien Zaragoza y nos invita a dormir en su casa. La suerte nos acompaña, una cama de invitados y cuarto de baño. El frío y la esterilla tendrán que esperar.

A la mañana siguiente, otra vez fría y neblinosa, pedaleamos hasta la ciudad de Mende para comenzar la jornada con un buen palizón. La noche anterior en el bar nos pusieron la miel en la boca mencionando una subida de 300 metros de desnivel en menos de 3km, con rampas al 16% y que, para más inri, va a ser final de etapa este año en el Tour. Hoy la conocida como “La Montée Jalabert” es nuestra. Subimos con decisión los 27 kilos de bici a golpe de pedal, con el 38-32. Teníamos que haber hecho caso a Josete y haber metido un 36, pero ya es tarde, ahora solo queda tirar de riñones! Una vez abrigados para la bajada, tiramos con cuidado ya que es temprano y queda todo el día. Salimos de Mende hacia el Noreste, siempre hacia el noreste, y nos encontramos con un cartel que dice “Col de no se que abierto”. Al parecer vamos a subir un puerto que llega a cotas donde nieva y que a veces cierran. Y nosotros sin saberlo. Esto pasa por viajar con mapa de carreteras en papel y ya! Al final no es para tanto, y el Col de La Pierre Plantée nos regala unas magnificas vistas del Parque Nacional de Cévennes.

Bajamos hasta Langogne y, como no podía ser otra manera, para salir del dichoso pueblo al que tanto hemos bajado (a 700m, más o menos como Mende), hay que volver a subir hasta lo alto del siguiente puerto, el Col de Rayol. Pero no nos podemos dormir en los laureles porque queremos llegar a Le Puy en Velay para coger un tren que nos lleve a Lyon. Pasa a las cuatro y vamos bien de tiempo pero no podemos para a hacer muchas fotos. Queremos escapar en tren de estos rompe piernas, “sube y baja” tortuosos, y casi sin gloria (exceptuando el dia de hoy que hemos recolectado tres buenas cotas). Vamos a Lyon a visitar a nuestro amigo Victor Palacin, violinista de reconocido prestigio internacional, exiliado en el país vecino para poder estudiar Violin-Jazz en una escuela pública. El tren llega a su hora. Un vez en Lyon hacemos la compra, mañana nos toca un día entero de descanso, cocina, ducha, cama y relax. El frio y la esterilla tendrán que esperar.