Esta historia tiene más de ochocientos protagonistas, pero en este relato nos vamos a centrar en unos pocos…

Ya no recuerdo qué colega sugirió que fuésemos a la segunda edición de la Eroica Hispania, pero el caso es que fuimos. Supongo que salir del taller, aparcar por unos días la reparación y restauración de bicicletas en Zaragoza y echar un vistazo al mundillo  del ciclismo clásico viene bien para pillar ideas, hacer amigos, aprender y disfrutar todavía más de tu profesión/pasión. El caso es que allí fuímos una alavesa y dos Zaragozanos rumbo a la Rioja Alta en busca de aventuras, sorpresas, caminos de tierra, material ciclista de ensueño, uvas y ciclistas elegantes a más no poder.

La prueba contaba con tres recorridos de diferente distancia ( www.eroicahispania.es/recorridos ). La marcha  larga (198km), la media (112km), y la corta (63km). Se supone que los más duros y veloces que realizaron el recorrido largo fueron los «eroicos» de la prueba, pero para los que nos lo tomamos un poco más tranquilo pudimos ver y admirar en el recorrido corto a «eroicas» igual de increíbles con más de 60 años y un cuerpo que dista mucho de los finos jinetes profesionales, subiendo cuestas de asfalto y piedra con bicicletas casi tan antiguas como las propias ciclistas. Tambien nos topamos con «eroicos» que a falta de una pierna pedaleaban con la otra al doble de intensidad, sin reblar. O a una grupeta de auténticos amantes del ciclismo aragonés y mundial como son los miembros del club ciclista El Pedal Aragonés  que, con sus más de 75 años (Javi) y más de 80 (Adolfo) entre otros, no se bajaron de la bicicleta durante el largo rompepiernas que había desde Briones hasta La Guardia.

La mañana empezó temprano para algunos. Los más fuertes e intrépidos salieron con los primeros claros del día a partir de las 6 de la mañana, con sus focos encendidos y todo! Tenían por delante casi doscientos kilómetros de pura euforia ciclista. Los demás pudimos salir a partir de las siete y media, sin aglomeraciones ni pelotones multitudinarios. Veíamos una infinidad de «equipos ciclistas». Estaban casi todos, como por ejemplo La Casera – Bahamontes, el KAS, el Peugeot, el Fagor, el Mercier, el ZEUS, el Donuts, el Hueso, el Kelme y una infinidad más de nacionales e internacionales. Por supuesto se trataba en su mayoría  de aficionados ciclistas disfrutando del placer de ir vestidos como sus ídolos. Tambien se veía a algun corredor profesional de antaño que buscaba rememorar viejas azañas. Pero aun así, pedalear por esas carreteterillas entre viñas rodeado de figuras con esas equipaciones te hacía sonreir y pedalear como nunca.

Algo remarcable fue que no hubo muchos pinchazos porque, todo hay que decirlo, la organización de la marcha había apañado bastante bien los trazados. No como el año anterior del cual se escuchaban historías como «pinché once veces y aun así llegue dentro de los diez  primeros de la marcha larga«. Tambien las señalizaciones y sobretodo los avituallamientos estaban en buenos sitios y provistos de todo lo necesario para saciar a hordas de ciclistas sedientos y hambrientos.

Quizá algo en lo que se podría mejorar son las asistencias a averías mecánicas. Puede que esto sea parte del espíritu de la Erocia, ya que antiguamente si eras corredor y se te estropeaba algo, te lo guisabas y te lo comías tu solito. Pero aun así hubo algún afortunado que se cruzó en nuestro camino y pudo ser atendido como si fuera de la familia, y es que llevábamos dos botijas llenas de herramientas y repuestos para «por si acaso».

La historía más inesperada fue la de José. Un participante venido de Madrid que en los primeos 25 kilometros había perdido todos los tornillos de los platos menos uno y además se le había partido la cadena. Llegó con su cuadrilla al alto de San Vicente a duras penas y allí en el avituallamiento nos avisaron lo que le ocurría. Sacamos los tronchacadenas y la cajica con tornillería pequeña para «por si acaso». El zagal tuvo suerte  de que portásemos un tornillo de platos de repuesto, una brida de fontanería y otras tantas de plastico bueno. «Las bridas  te pueden llegar a salvar la vida» le dijimos. despues de un ratico tenía la bici lista para rodar, y le aguantó los 80 kilómetros que le quedaban. Lo que podría haber sido un abandono y vuelta en coche a Cenicero acabó siendo un día redondo para estos eroicos de Madrid. Ya por la tarde, con la prueba terminada, nos cruzamos en Cenicero y se invitaron a una en el bar, y es que solo encontrabas buena gente allá por donde miraras.

Es posible que uno de los mejores y más entrañables recuerdos que nos llevamos a casa es el de haber conocido, hablado, reido y pedaleado junto a Luciano Berruti ( www.veloretro.it/luciano/ ). Este ciclista Italiano de 73 años de edad acudió a Cenicero con su antigua bicicleta de una sola velocidad, freno delantero de cuchara y llantas de madera, ataviado como a principios de siglo XX y con un espíritu y una sonrisa que no desaparecían ni en las cuestas más pronunciadas. Estuvo defendiendo el dorsal numero 1 de la marcha y no lo vimos bajarse de la bicicleta ni en la subida por el camino a La guardia con un desnivel de más del 20%. Un auténtico titán eroico que lo mismo se estaba comiendo un trozo de queso con pan, que repartiendo besos y abrazos a corredoras y corredores. Se acercaba a tí y te preguntaba cosas sobre tí, tu atuendo, tu bicicleta, cuando en realidad tenía que haber sido al revés. Genio y figura como pocos que ya participó hace 20 años en la primera y auténtica «L’Eroica» de Gaiole in Chianti, Italia. Seguro que había corredores que, igual que él, viven por y para la bicicleta, y nosotros tuvimos la suerte de conocerle a él.

Si queréis aprender un poco sobre su carrera y conocer el precioso «Museo della Bicicletta» que regenta en Cosseria (Italia) no dudeis en entrar en su página web, os encantará! ( www.veloretro.it/ )

En resumidas cuentas no sabíamos muy bien a donde íbamos, que nos íbamos a encontrar, que tipo de bicicletas habría, como estaría de dificil el terreno, cuánta gente participaría,  si habría sandía suficiente para todos, etc.

Un desconocido con gorrilla y maillot del KAS te invitaba a chorizo y a otro vestido del BIC de Luis Ocaña le regalabas un eslabón de cadena de repuesto, y es que todos habíamos ido a Cenicero en busca de lo mismo. Rememorar el ciclismo clásico, el ciclismo épico, el ciclismo que había antes de que desparecieran los equipos nacionales,, el ciclismo de etapas de 400km.,  los maillots con las banderas en vez de  las marcas de patrocinadores, el ciclismo de «avituallamiento en el bar», el ciclismo que nos gusta de verdad…

El año que viene volveremos en busca de lo mismo. ¡Hasta pronto!