Se intuía un fin de semana cargado de emociones, con todo el pueblo de Cenicero engalonado, mercadillos, food trucks y homenajes a Luciano en cada esquina. En la tarde del sábado se proyectó un documental sobre Luciano, que emocionó a todos los asistentes, especialmente a su hijo. Es difícil de explicar, y seguramente de entender, por qué ha calado tan hondo un personaje así, que nada tenía de mediático antes de que su pasión por el ciclismo clásico, su reivindicación por el deporte auténtico, lo elevara a la categoría de mito. Un tipo que cautivaba a todo el mundo con su humildad, su pasión y su positividad.

Desde mi visita al Museo della bicicletta, hace dos años, guardo una gran relación con el hijo de Luciano, Jacek, heredero de su padre en todos los aspectos, así como portador de la misma pasión. Quedamos en hacer juntos el recorrido corto, de 70 km, y a las 8 de la mañana del domingo nos juntamos en la línea de salida. Este año, como invitado de honor estaba, ni más ni menos, Igor Astarloa, campeón del mundo en 2003, cuando corría en las filas del Saecco. Fue él el encargado de cortar la cinta junto con el alcalde de Cenicero y dar comienzo a la marcha. Jacek estaba junto a él, pues también era invitado de honor, así que yo tomé la salida con ellos dos. Si estas marchas siempre tienen algo de especial, por el ambiente que las rodea, el compañerismo y la nostalgia, el realizarla codo con codo con todo un maillot arcoíris como Astarloa y un eroico como Jacek Berruti, la hace todavía más singular.

Jacek está fuerte como un toro, pues su pasión es el ciclismo y entrena casi todos los días, haciendo unos 1.000 km al mes. Astarloa se ha pegado toda su vida encima de una bicicleta, y aunque le des un triciclo te deja detrás. Así que me tocó apretarle fuerte y, mientras ellos iban tan tranquilos hablando y contando historias, yo iba gozándomela a toda velocidad entre viñedos de la Rioja Alta a su lado… y a su rebufo. En un tramo embarrado por las lluvias del día anterior no pude controlar la bicicleta cuando esta se quedó encallada y me pegué un trompazo que me hizo rebozarme por todo el fango. Ahora sí parecía un auténtico corredor de clásicas belgas o francesas, sufridor y magullado.

Hay que felicitar a Willy Mulonia, el creador de la Eroica Hispania, y a todo su equipo por la organización y por el trazado. Han conseguido rendir un buen homenaje al ciclismo clásico, planteando un recorrido lleno de pistas, tierra, pueblos adoquinados y rampas que parecen muros, como la del castillo de San Vicente de la Sonsierra o la que sube hasta el último puesto de avituallamiento en Laguardia.

Después de haber estado prácticamente escapados todo el recorrido, tras el último avituallamiento formamos un pequeño pelotón de unos 7 corredores para hacer el último tramo. En una bajada de tierra un tanto peligrosa, llena de piedras y baches, de pronto explotó el tubular delantero de un compañero. Paramos todos y Astarloa, que llevaba uno de repuesto, le ayudó a quitar el viejo tubular y poner el suyo. Como decía Jacek, pocas veces se verá una imagen así: ¡un campeón haciendo de gregario! Lo cachondo es que a penas un kilómetro después fue el propio Astarloa quién reventó el tubular. Pinchó la rueda trasera y como ya no le quedaban más de repuesto, al estilo de Olano en el mundial de 1995, hizo los últimos 5 kilómetros dando llantazos como un loco por zona de adoquines y tramos de tierra.

Fue un placer volver un año más a la Eroica en Cenicero y reencontrarme con Jacek, y recordar junto a él al gran Luciano Berruti. Y fue muy especial poder pedalear con el propio Jacek y con un gran tipo y todo un campeón del mundo como Astarloa, quien compartió equipo con Pantani; con nuestras bicicletas de acero con cambios de palanca en el cuadro y nuestros maillots de lana.