Día 2. 231km, +6.300m. 19h totales, 14h en movimiento.
Ayer, con el cansancio acumulado y el sueño, empecé a pedalear mal sin encontrar una buena cadencia, así que me acosté con molestias de rodilla. Hoy me duelen y las tengo algo entumecidas, pero pronto se me calientan al comenzar el día con el Col de Lers (de 26km) y veo que hoy puede ser una buena jornada. Me acerco a los Pirineos Centrales, que me conozco de memoria, aunque antes de eso tengo unos 9 puertos de alta, muy alta montaña que nunca he hecho. En la primera localidad que veo paro a repostar y me despido de Igor, Chema y Jose, con quienes he empezado el día. Hoy quiero ver dónde está mi límite de fuerzas y me planteo pocas paradas y alargar todo lo que pueda. Con cada puerto que subo me voy encontrando mejor y como voy cargado de plátanos, bocatas y barritas me los voy suministrando a modo de recompensa, como si fuera una mascota, cada vez que corono una cota.
Me siento en un parque de atracciones con subidones de adrenalina constantes. En principio me importa poco la clasificación general, pero sí que es verdad que recibir mensajes de ánimo de la gente que está siguiendo el evento a través de dotwatcher.cc y que me van comentando como va el tema, me hace venirme arriba. Qué más da quedar en el puesto 40 que el 60, pero ¿por qué no probar a quedar el 20? Simplemente es una motivación mental más para jugar a lo que para mi es este deporte: seguir y seguir hasta que el cuerpo aguante, traspasando constantemente tus propios límites.
Podría dividirme el trayecto en 4, 5 ó 6 etapas y tener claro cuántos kilómetros hacer cada día y hasta donde llegar y cuánto descansar, pero prefiero la improvisación y el soñar con que hoy voy a tener un día de esos en los que me convierto en extraterrestre y soy capaz de devorar kilómetros, puertos y desniveles sin desfallecer, hasta quién sabe cuándo.
Col de Ares, Balès, Peyresourde… ¡esto huele Tour! Ya es de noche y me hago la foto de rigor en el Peyresourde. Los últimos kilómetros de puerto me ha alcanzado Bruno, con quien coincidí en el albergue de Llançà, y hemos terminado la ascensión juntos. -¿A dónde quieres llegar? -¡A donde lleguen mis fuerzas! -¡Bien, me apunto! En Loudenvielle paramos a cenar unos raviolis, me pido otras dos raciones para llevar y continuamos. La parada ha sido larga así que ya es de madrugada cuando, después de una ascensión de 7km, llegamos arriba del Val Louron. Un millón de estrellas y el ánimo por las nubes: ¡tengo fuerzas para llegar incluso al Tourmalet! Pero la bajada es otra cosa. Bruno no lleva pantalón largo, y yo, que voy bien abrigado, casi no puedo ya ni frenar por culpa de los guantes de neopreno que llevo. Son muy duros y la bajada es tan pronunciada que hay que ir frenando todo el rato, por lo que los dedos los llevo ya reventados de hacer tanta fuerza. Abajo, en Saint-Lary, han cambiado los ánimos. Bruno no puede casi ni hablar del frio y yo llevo las cervicales cargadísimas y las manos que no las siento, de tanta tensión en la bajada. Compramos una baguette en una máquina dispensadora y buscamos refugio en los porches de un supermercado. Son la 1.30h de la mañana y hasta aquí hemos llegado. Al final, no soy como esos extraterrestres y si no son las piernas, son otros factores los que me impiden seguir y seguir como si no existiera el cansancio ni el dolor. Pero me acuesto en mi esterilla contento, muy contento, por tener la sensación de haber competido en la que considero mi liga.
Día 3. 154km, +5.000m. 15h 30min totales, 11h en movimiento.
Todo se tuerce. Ayer era invencible, hoy me arrastro del dolor. Hemos dormido cuatro horas y a las 6 de la mañana ya estamos pedaleando después de haber desayunado otra ración de raviolis. Antes de comenzar el Hourquette-Ancizan me quito toda la ropa de abrigo y me despido de Bruno. Me cuesta encontrar el tono en esta primera ascensión, pero lo finalmente lo consigo. Antes de comenzar el Tourmalet para a desayunar un par de cafés y un bocata y ya se me han hecho las 10 de la mañana cuando comienzo la ascensión del coloso más grande de los Pirineos. Vamos Borja, que vas bien. Me lo conozco de memoria y se donde apretar y donde no. Hace mucho calor, más de 30ºC y después de casi dos horas de ascensión a ritmo muy suave, llego arriba con la sensación de haber guardado suficientes fuerzas para todo lo que queda de día. Toca el Luz Ardiden, que también conozco.
Calor, mucho calor y solo me encuentro a una persona bajándolo, es otro corredor: Pavel. Subiendo solo hay lagartijas y yo. Me siento a tope, me sienta bien este calor y después remojarme en el río, me encuentro aún mejor. Lo desciendo y me dirijo al Spandelles. No había oída hablar nunca de este puerto y no le doy la importancia que merece. 16km al 6% para luego encadenar seguidamente el Soulor. Empiezo su ascensión a las cuatro de la tarde y ahí comienza también mi calvario. De repente, cada pedalada supone un navajazo en mi rodilla derecha y no hay manera de quitarme el dolor de la cabeza. Es imposible encontrar ritmo, el dolor es cada vez más agudo, pero no queda otra más que tirar y tirar para arriba.
Dos horas de sufrimiento y alcanzo la cima, pero eso no supone ningún alivio. Sé que la bajada será complicada por el cansancio de pedalear prácticamente con la pierna izquierda solo, y luego me quedan el Soulor y Aubisque para llegar al menos a una población, Laruns, donde poder cenar y descansar.
Comienzo a subir el Soulor y esto parece más una romería de penitencia que ir en bicicleta. Ayer me había hecho la ilusión de terminar la Transpyrenees en 4 días, lo cual supondría llegar al menos hasta Isaba hoy. Imposible. Al final, no sé como pero consigo llegar arriba del Soulor. Antes, en Arbeost, había intentado comer algo en una casa rural, o incluso rendirme y buscar alojamiento, pero no estaba la dueña. Sin embargo, unos huéspedes, al ver mi cara de hambre y agotamiento me han dando un pan que me ha dado las fuerzas suficientes para seguir.
Arriba del Soulor son ya las 9 de la noche y está completamente oscuro. Me queda el repecho del Aubisque para poder llegar a Laruns y cenar, pero no tengo fuerzas. No me atrevo a forzar más la rodilla, pues llevo toda la tarde pedaleando a una pierna mientras la otra, la derecha, chilla de dolor acompañando a su gemela. En estas aparece Eric. Como un ángel de la guarda, de entre la oscuridad sale de su caravana un tipo que vive ahí todo el verano haciendo pan. Me ha visto inspeccionando la cima con mi frontal y me pregunta si busco alojamiento. ¡Sí!
Es panadero pero no le queda pan, y me ofrece una vieja caseta que usa de almacén como refugio para dormir. De comer no tiene nada para ofrecerme, salvo un queso que le acaba de regalar un productor local y un pimiento verde que ha encontrado en el almacén. ¡Gracias, gracias! A mí me queda todavía un cachito de pan de antes, así que esa es toda mi cena, junto con una barrita de cereales. Me sabe a gloria, aunque realmente es poca, muy poca cosa para todo el esfuerzo que llevo, ¡pero podría haber sido peor! Decido dormir todo lo que pueda y ya no me planteo ni madrugar, ni terminar la carrera en 4 ó 5 días ni nada… justo me veo como para poder continuarla.
Perfil y recorrido del día 2: Strava.
Perfil y recorrido del día 3: Strava.