Es ya la tercera edición consecutiva en la que voy a participar, lo que me tendría que dar algo de tranquilidad y confianza. Sí, no estoy nervioso antes de empezar, pero el saber lo que te espera no es del todo tranquilizador. Cada año es diferente, el recorrido cambia y para este año la previsión metereológica no acompaña demasiado: dan lluvias durante todo el lunes, a lo ancho y largo del pirineo.
¿Qué me llevo? Hago y deshago las mochilas, meto, saco, cambio una prenda por otra… y al final decido ir bien preparado contra frío y lluvia, a cambio de más peso, aunque nadie sabe decir si la lluvia prevista van a ser tormentas, chirimiri o calabobos.
El sábado durante la tarde antes del comienzo, toca reencontrarse con compañeros con los que ya es costumbre coincidir en estas pruebas y conocer a quienes nos siguen a través de las redes sociales y el podcast Construyendo Ultraciclismo.
Primera noche
Dan las 20h del sábado y salimos de Llança (Girona). Este año no empezamos en un sprint de locos como los anteriores. Me pongo en cabeza abriendo pelotón junto con Pablo Ramos, Patxi Plazaola, Jorge Jurado, Joe Ras Court, entre muchos otros… Sé que no es mi grupo, pero el morbo de ver hasta dónde puedo rodar con ellos me puede. En cada repecho va subiendo el ritmo, pero es sostenido. De repente, Adam Bialek sale por el corner y nos deja a todos preguntándonos -¿a dónde va este tío? Yo pensé que iba de farol y seguramente el resto pensaron igual, porque nadie salió a por él. Sin embargo, el campeón de la Three Peaks Bike Race 2021 o la Race Through Poland 2022 sabía lo que hacía y ya nadie más lo vería en toda la carrera excepto Patxi Plazaola, que lo alcanzó antes de cruzar a Andorra y rodaron más o menos juntos hasta que se tuvo que retirar a las faldas del Tourmalet por frío y lluvia, después de no encontrar alojamiento en toda la noche, mientras que Adam Bialek acabó llegando el primero a meta (en San Sebastián) después de 1070km prácticamente en solitario, completados en un impresionante tiempo de 54 horas y 40 minutos.
La carrera se va estirando, te vas juntando con unos, luego con otros, según el ritmo y te aprovechas de esa ley no escrita de que cuando la carrera empieza de noche se permite ir en grupo durante las primeras horas de la noche, a pesar del espíritu sin asistencia de la prueba. Son cerca de la 1:30am y subiendo el Coll de la Llosa empiezo a pagar el esfuerzo de haber ido a ritmo alto al empezar. Eso y el sueño hacen que se me atragante la ascensión de más de 20km. He perdido al grupo con el que iba y lo subo en solitario, luchando por mantener la concentración y no dormirme.
Mucho frío al amanecer coronando el puerto del Calvaire y sigo sin coger ritmo. ¿Duermo un rato? Debería haberlo hecho pero no encuentro el sitio adecuado y además, me parece que sería una derrota prematura… ¡Vaya estupidez! Una parada a tiempo, una cabezada cuando el cuerpo y la mente parecen no carburar del todo, posiblemente sea una victoria que te haga recuperar y rodar a mayor ritmo después, pero me cuesta dar ese paso… he escuchado demasiadas historias de los «extraterrestres» en esta disciplina que hacen tiradas de 50 horas sin parar, y yo parece que tengo la necesidad de probar ese sufrimiento.
Viento en contra al cruzar Andorra, encerronas que por suerte ya me esperaba en el país pirenaico, con 4 kilómetros al 10% prácticamente en Engolasters, y salgo de ahí habiendo recuperado bastantes posiciones dado que la mayoría han parado a comer y descansar, mientras que yo me he tomado un café y un croissant, y me he pedido un bocata para llevar y así evitar parar. En toda la noche no había podido comer por tener el estómago cerrado, pero parece que con el amanecer se me ha abierto el apetito y después de una bolsa de gominolas (la primera de unas 8 o 10 que comería en total en toda la prueba), el desayuno y el bocata me entran de maravilla. Estoy alrededor del puesto 25.
El resto del día es un continuo sube y baja de energías en el que no acabo de encontrar ritmo. El Port del Cantó se me atraganta como siempre, me pasan varios, bastantes, y en Sort asumo que debo parar media hora para resetear y coger fuerzas para La Bonaigua. Lo subo en buena compañía con un amigo de Ciclofactoria, Javi de Granada y cuando llegamos a Vielha vemos que hay un pequeño grupo de corredores que han pasado la frontera a Bagnères de Luchon y que otro grupo grande se ha quedado a este lado de la frontera. Llevamos 24 horas de carrera y se cumplen los pronósticos con algunas horas de antelación: empieza a llover y ponerse muy negro el cielo. Alojarse en alguna pensión en Bossòst es la mejor opción: lo siguiente que toca son cotas altas de más de 2000m algunas y hacerlas con tormenta de noche no es lo más recomendable. A las 3 de la mañana me llega un mensaje de Toni Calderón avisándome de que es una locura salir tan temprano. Él lo ha hecho y al bajar el Portilhon y llegar a Bagnères ha tenido que parar de urgencia en la recepción de un hotel del frío que ha pasado. Está calado hasta los calzoncillos y todavía queda por delante un día entero de lluvias. Así que sigo durmiendo y salgo con calma a las 7 de la mañana junto con el canario Pablo Ramos, con quien coincidí en la Gran Guanche 2022.
El diluvio
Algunos deciden retirarse en este punto pues el frio en las bajadas es demasiado y no todos llevan la ropa adecuada. Otros asumen que hoy no pedalean y se quedan tranquilamente un día entero en el hotel. Yo asumo que hemos venido a sufrir y además, ¡para algo llevo tanto peso en ropa de lluvia y frio! Veo a señores mayores, bastante mayores, subiendo y bajando los puertos por placer, con culote corto y sin guantes… y mojados igual que yo. No les veo quejarse, están haciendo lo que quieren. Paso por el pueblo Garin, en plena subida del Peyresourde, y me acuerdo del primer ganador de la historia del Tour de Francia en 1903 Maurice Garin. Son esas historias épicas de sufrimiento y superación de los inicios del ciclismo los que me engancharon a este deporte y cuyos valores creo que siguen presentes en esta disciplina de ultradistancia sin asistencia y aventura. Me monto mis películas en la cabeza, aprieto el ritmo en las subidas para entrar en calor, me motivo cuando veo que voy subiendo posiciones por las bajas en combate de otros participantes y veo que, a pesar de que no cunde demasiado pedalear en estas condiciones por las continuas paradas para entrar en calor, tengo patas y energía de sobra. Val Louron, Cap de Long, Aspin… voy mojado hasta el tuétano y toca afrontar el Tourmalet bajo una tormenta de las buenas. Por suerte se va disipando conforme llego al final de la ascensión, donde me encuentro a Toni Calderón, que ha decidido hospedarse en La Mongie, a 4km de la cima. ¡Ni muerto me quedo aquí! Psicológicamente necesito acabar el día habiendo terminado lo que empecé. En cada ascensión de cada puerto me veo con fuerzas de seguir más y más, pero en cada bajada me digo que este frío es de locos y que me quedo ahí. Y finalmente, al bajar el Tourmalet y llegar a Luz-Saint-Sauveur, se me acaban las ganas de continuar. Son las 21h y parece que para uno de los pueblos más turísticos del pirineo francés ya es tardísimo para cenar: todo cerrado. Me hospedo en una casa rural-pensión y le convenzo a la dueña de que me cambien el desayuno del día siguiente por la cena de hoy. Una tortilla francesa y un trozo de pan que me guardo para el desayuno, y duermo 3 horas.
A las 3 de la mañana ya no llueve y el pronóstico para el resto del día es bueno. También lo es el menú del día: empezamos con el encadenado de Spandelles, Soulor y Aubisque, para continuar con Marie Blanque, Somport y atravesar toda la Jacetania hasta cruzar a Navarra y la Selva de Irati… ¡se dice pronto! El amanecer me pilla bajando el Spandelles y el frío es incluso mayor que el día anterior. Además, llevo aún toda la ropa mojada de ayer. No hay nada que hacer más que seguir hasta Laruns, donde por fin habrá panaderías para comer algo y entrar en calor. Es mágico encontrarse en plena oscuridad, cuando todo el mundo duerme, a compañeros de fatiga en cualquiera de los puertos y partes del recorrido. Carlos Mantero, Toni Calderón, Jorge Jurado y yo hemos salido más o menos a la par y nos vamos cruzando por el camino. Me pasan en la primera bajada donde me paro a ponerme toda la ropa que llevo. Soy muy friolero y combato el frio con ropa. Ellos no sé de qué están hechos y lo combaten yendo más rápido para que termine cuanto antes la bajada… Hemos adelantado posiciones, ya que los que durmieron a las faldas del Spandelles no han madrugado tanto, y estamos en el top 18 más o menos. Jurado pone la quinta y cada vez que veo el dotwatcher veo que no para y se escapa. Toni parece que se ha venido a arriba y me pasa volando en la aproximación al Somport. Va a la caza de Jurado. Me pasa también el inglés Jonathan Abbott y no es hasta que entro en Aragón cuando finalmente vuelvo a sentir ese flow que tenía el día anterior y me creo que puedo llegar a San Sebastián del tirón. Son las 14h y todavía quedan 300kms con unos 5600m de desnivel, todo un mundo, pero hay veces que la mente es capaz de ganar batallas antes de empezarlas. Lo que en otro momento podría desmoralizar, ahora lo veo factible. Todo lo que tengo por delante lo conozco y además, me encanta. Me salen al encuentro dotwatcher y amigos, se nota que juego en casa. No se puede expresar la sensación que se siente cuando ves que hay gente siguiéndote y salen a animarte. Estas pruebas son muy largas, duras y de bastante soledad, y estos ánimos, estos encuentros inesperados con gente que igual no conoces pero que te siguen y se convierten desde ese momento en mejores amigos por el apoyo impagable que te ofrecen con el simple gesto de animarte y una foto, son chutes de energía directos a la vena.
En Ansó me pillo un bocata para llevar y me como una panacota casera junto con un café. En Ochagavía paro a abrigarme y me pido un arroz con leche casero y un café. Me estoy preparando para la noche, hay que llegar con alimento suficiente y sin sueño. Pero llego a Aribe, donde hay que virar al norte en dirección a la Fábrica de Armas de Orbaiceta y noto que tengo sueño. Cojo unos cartones del contenedor y me meto a dormir en una especie de bodega abierta que hay en la oficina de turismo del pueblo. Siesta de 30 minutos y recojo el campamento para continuar. Lo que viene ahora, el puerto de Arnóstegy cruzando la frontera hasta San Juan de Pie de Puerto, es zona recóndita, despoblada y un sitio donde más vale que no te flaqueen las fuerzas. No hay mucho margen de error. Me pongo en marcha y veo que muchos han parado a dormir en San Juan de Pie de Puerto y por detrás solo el alemán Robert Reinecke sigue rodando a mi encuentro. Y aquí comienza la parte más mágica de toda la ruta.
El gran duelo
Cruzo la Fábrica de Armas de Orbaiceta y la ruta se convierte en un camino cementado por medio del bosque. Son las 2 de la mañana y en el mundo estamos solos yo y mi bici. No hay luna a penas, solo estrellas y mi foco delantero que alumbra el camino. Una yegua y su potro corren a mi lado. Vacas en mitad del camino descansan tranquilamente mientras tengo que esquivarlas. Estoy muy lejos de cualquier núcleo urbano o población, adentrándome cada vez más en zona recóndita y de altura, y me siento como un maquis cruzando la frontera a escondidas. Es por estos momentos por los que me encanta pedalear de noche y son los que hacen que se me olviden los momentos malos de estas carreras y luego siempre quiera repetir. La Selva de Irati es mágica y de noche, aunque no la ves, la sientes. Voy flotando y me olvido de que estoy en carrera hasta que en un giro veo la luz de Robert Reinecke como a unos 50 metros detrás mío.
Subidón de adrenalina para despertarme y acordarme que estoy en carrera y me pongo a tirar como un loco. Echando cuentas y viendo las horas que son y la gente que hay durmiendo delante nuestro, es posible que el top 10 nos lo juguemos él y yo. Da igual hacer 10º, 11º o 47º, pero estos piques, estos duelos dan vidilla y quiero hacerlo lo mejor posible. Con Robert coincidí subiendo Cap de Long y estuvimos un buen rato hablando hasta que en las últimas curvas me dejó atrás y en la bajada ya no lo vi más. El cruce de frontera por esta vertiente tiene unas rampas al 15% que te pueden dejar en el sitio, pero a mi me dan fuerzas y los aprovecho para sacarle distancia. Sé que él lleva frenos de disco y que en la bajada me va a adelantar si no le saco suficiente ventaja, pues es la bajada más empinada y sin sentido que he bajado en mi vida: es como la rampa de un garaje pero de 10km, eterna, donde mis frenos de zapata y llantas de carbono son una clara desventaja frente a sus frenos de disco. Poco a poco veo su foco alejarse más y más, y es que llevo un subidón de energía y adrenalina que me hacen volar en la noche cerrada.
Afronto la bajada y es tal cual la recordaba, una auténtica locura empinada. Robert debe ir con mucho cuidado porque no se me acerca y cuando por fin llego a San Juan de Pie de Puerto toca dirigirse a Baigorri para subir el Izpegi. Parece que ya queda poco, pero la realidad es que aún faltan unos 100kms y a este ritmo de persecución no creo que aguante. Me entra el sueño y cansancio otra vez y esta vez sí, pienso que una mini parada puede ser una victoria a largo plazo, aunque eso implique perder una posición. Justo cuando encuentro una parada de bus para echarme una siesta me adelanta Robert, que va en modo carrera. Me pongo el despertador en 15 minutos, saco la manta térmica y duermo profundamente hasta que suena la alarma. Recojo y me pongo a subir el Izpegi por su vertiente francesa. Es relativamente corto y tendido, por lo que esos 15 minutos de regalo que le he concedido a Robert me es imposible recortarlos por mucho que me esfuerce en la ascensión. Llego arriba y no le veo, y lo que es peor, se me agotan las pilas del frontal, por lo que pierdo unos cuantos minutos más en sustituirlas por nuevas.
Entro en el Baztán y empiezan las luces de un amanecer nublado y triste que augura lluvias. Subiendo el Otxondo me quedo prácticamente dormido encima de la bici. No cierro los ojos, pero no tengo pensamientos sino sueños. Sueños confusos y sin sentido. Hemos adelantado a Joe Ras Court, que paró a dormir en algún punto en el camino con un virus estomacal y no ha tenido fuerzas para madrugar. Así que ahora sí, el top 10 es factible, pero para ello tengo que alcanzar a Robert, y cuando corono el Otxondo me doy cuenta de que no lo voy a lograr. Solo pienso en comerme un chocolate con churros y bajo muy lento por encontrarme somnoliento. Me acerco a San Juan de Luz y me doy cuenta de que tengo que cambiar el chip: llevo todavía el bocata que compré en Ansó en el bolsillo, así que me lo como en marcha y me quito la idea de los churros de la cabeza. Veo una panadería abierta y me digo: para, quítate la ropa de frío, ponte de corto, tómate un refresco y haz un último esfuerzo. Aunque sea estúpido ponerse a perseguir ahora a Robert, que me saca 18kms, necesito ponerme ese objetivo para motivarme y que los últimos 50kms no sean un paseo tratando de no cabecear encima de la bici. Me pido también un gateâu basque con mermelada de cereza, la mejor barrita que he probado.
Me acoplo en la bicicleta y tiro y tiro. Vuelvo a disfrutar del recorrido y del pedaleo como hace unas cuantas horas arriba en la Selva de Irati, ahora bajo una fina lluvia. La ruta va por la costa, por la Corniche dirección a Irún. Si Robert sufre una pájara o un pinchazo en Jaizkibel igual hay opciones de pillarlo, ¡así que tira! Cruzo Hendaya y me está esperando David, un dotwatcher y seguidor del podcast que me quiere acompañar los últimos kilómetros. Me da una buena noticia: debido a una carrera de motos, la subida al Jaizkibel está cerrada y la meta la han puesto abajo. Así pues, ¿no tengo que subir Jaizkibel? -No. ¡Ni tan mal! Adiós al top 10 y a esa remontada imposible pero me parece un planazo terminar la aventura a las faldas del monte y ahorrarme esa escalada.
1.070km en 84 horas y 42 minutos de carrera, y una última etapa de 430km y 8800m de desnivel acumulado en 30 horas desde que salí de Luz-Saint-Sauveur a las faldas del Tourmalet para llegar hasta San Sebastián. Mis padres han venido a buscarme y ahora toca un par de días recuperando y comiendo todos los pintxos que se me pongan por delante.
Qué sensación más increíble cuando acabas una aventura de este calibre y ves todo lo que has logrado a base de dar pedales. Que los momentos bajos existen, pero pasan y luego vienen unos mejores que hacen olvidar lo demás y hacen que todo sufrimiento sea recompensado. Los compañeros de ruta, los paisajes increíbles, la satisfacción de superar los obstáculos, todo eso queda grabado en la memoria y te hacen olvidar el dolor de piernas, las heridas en el trasero y los 4 días de agujetas.
Gracias a Transiberica, Jacop Kopecky y Bites of Me por las fotografias
—– Link a las luces y ropa de lluvia que llevé en la ruta: tienda
—- Escucha el episodio del podcast donde Jorge Jurado nos cuenta su experiencia en la Transpyrenees 2022.
—– Si te interesan los tracks: link a Strava