El pasado sábado 2 de septiembre 2017 celebramos la I edición de La Monegrina, una marcha cicloclásica organizada por nosotros, Ciclofactoría, en la preciosa comarca de Monegros.
Todo comenzó un año antes, después de participar en las cicloclásicas La Monreal y Eroica Hispania, cuando nos imaginamos organizando nosotros nuestra propia marcha. Sin pretensiones de querer ser como nadie, simplemente aspirando a hacer algo de lo que nos sintiéramos orgullosos, tratando de que fuera un encuentro familiar entre amantes, apasionados y, por qué no, frikis del ciclismo clásico y épico de antaño. Sin experiencia previa en la organización de eventos similares, la ayuda recibida por Berta y Nacho, de Artmósfera fue de gran valor, pues nos pusieron en contacto con los pueblos de la comarca y ayudaron con la gestión de antes, durante y después de la jornada.
Torralba de Aragón fue el municipio que más interés puso en albergar la prueba y, entre otras cosas, patrocinaron la marcha ofreciendo un delicioso menú a todos los participantes después de la kilometrada en contra del cierzo, con paella y filete de cerdo como ingredientes principales. En total nos propusimos tres objetivos: que fuera algo reducido y familiar, para que la organización el día del evento no superara nuestras fuerzas; que la inscripción fuera algo fácilmente asumible por cualquier ciclista aficionado con ganas de pasar un día agradable; y que para culminar el día, pudiéramos disfrutar de una comida popular para todas y todos, donde rematar el ambiente. Si estamos tan contentos de cómo resultó ser finalmente, es porque estos tres objetivos se cumplieron y creemos que el ambiente que se logró fue algo del que sentirse orgullosos.
A las 8.30 estaba ya la plaza del pueblo abarrotada de acero y racores, con sus dueños y dueñas recogiendo las bolsas con el dorsal y obsequios por parte de la organzación y colaboradores. Los amigos de Cafés San Jorge colaboraron en esta primera edición preparándo el café del desayuno y obsequiando a cada participante con un rico paquete de café de Colombia recién tostado. Sin apenas retraso, a las 9 de la mañana, y después de una breve charla de bienvenida, los 49 ciclistas, entre ellos tres representante del ciclismo femenino, comenzamos la marcha con dirección a la residencia artística rural Artmósfera, donde nos tenían preparado el primer avituallamiento con queso, embutido, vino y algún brebaje isotónico, por si a alguien le empezaban a flaquear las piernas.
Como no podía ser de otra forma, la inhóspita tierra de Monegros nos recibió con su «suave» brisa en forma de cierzo y un sol potente. Alguno vio como un alivio que soplara tanto viento, pues así aunque el sol pegaba fuerte no se convirtió en un calor insoportable. Otros seguramente no estén tan de acuerdo y pedalear contra rachas de 30km/h de viento no fue de lo más fácil ni agradable. Nuestra idea era no alargar mucho el pelotón y que no hubiera un grupo de escapados a más de 1 km del resto de la cuadrilla, pero pronto nos dimos cuenta de que era una tarea más que complicada, por los muchos cortes que se iban formando en cada kilómetro recorrido. Después de un reagrupamiento en Cantalobos (con pinchazo de la organización incluido), llegamos hasta Alcubierre divididos en varios grupos. Unos decidieron quedarse «hidratándose» en el bar del pueblo, mientras que más de la mitad continuaron con el itinerario previsto coronando el puerto de Alcubierre, en la conocida como Ruta Orwell, visitando las trincheras de la Guerra Civil. Allí arriba nos esperaba un nuevo avituallamiento, amenizado con música y una foto de la grupeta en las trincheras. La vuelta a Torralba de Aragón, después de pasar de nuevo por Alcubierre, se hizo por grupos separados, cada uno a la velocidad que le permitían el viento y las fuerzas, llegando, eso sí, puntuales a la hora de la comida que nos tenían preparada las chicas del Hotel Costalaz Plaza en el salón de actos del pueblo.
Aprovechamos el momento del postre para hacer un breve discurso de agradecimiento a todos los participantes, a todos y todas las que pensaron que venir a participar a La Monegrina iba a ser un gran plan para el fin de semana, aún cuando muchos no nos conocían. Palabras de agradecimiento a los miembros del Pedal Aragonés y del Club Ciclista Oscense, por ser los grupos más númerosos en la marcha, a las amigas Gloria y Mila de Le Velo Calme, por apuntarse a última hora y venirse desde la vecina Navarra. Palabras de agradecimiento también a Carles Soler, organizador de La Pedals de Clip (ni más ni menos), que se vino desde Cataluña a participar y, a parte de felicitarnos por nuestra primera edición, nos dio buenos consejos para futuras ediciones.
Como no podía ser de otra forma, hubo también entrega de premios. Premio al Monegrino más lejano a Ben de Manchester, un buen amigo bikepolero que no se podía perder nuestro primer viaje. Premio al Monegrino veterano, que fue a parar a Javier Durán, del Pedal Aragonés, que cuenta ya con más de 80 primaveras el chaval. También el Premio de la Montaña a Luis López Nieto, venido desde Bilbao, por ser el primero en coronar el puerto y llegar a las trincheras. Quisimos aprovechar la ocasión para rendir un sentido homenaje a nuestro amigo y referente Luciano Berruti quien nos dejó hace dos semanas de manera repentina y que tanto nos inspira. Por ello, entregamos un último premio que llamamos el premio espíritu Luciano Berruti y que se lo ganó Juan Pedro Giménez, venido desde Sabiñánigo y que participó con una BH Especial de 1935, ataviado con un maillot conmemorativo del primer ganador que conoció la Vuelta a España en 1935, un belga llamado Gustaaf Deloor. Nos pareció que Juan Pedro, con sus tubulares cruzados a la espalda y su estética clásica, y su confesa admiración por Gustaaf, así como por Luciano, sería un digno poseedor de un trofeo tan bonito y emotivo.
El gran broche final a la velada fue algo improvisado pero que sirvió de colofón a un día de celebración y exaltación del ciclismo. Tras la entrega de premios, nos juntamos en el bar a ver el final de la etapa de La Vuelta, donde vibramos con la ascensión a La Sierra de La Pandera. Si sigue habiendo etapas vibrantes, donde a los corredores les hace falta algo más que pinganillos y potenciómetros, son ascensiones como ésa, donde todavía se necesitan golpes de riñón.
Nosotros lo pasamos en grande, recibimos con atención y agrado las críticas y consejos que nos quisieron dar para la próxima edición, y nos fuimos con un gran sabor de boca, con ganas de repetir, mejorar y seguir haciendo lo que más nos gusta: ¡pedalear!