Sobre la bici y el setup
La ruta propuesta para la primera edición de la Gran Guanche Road 2022 era de 600km con 16.000m acumulados de desnivel positivo, es decir, un perfil muy escalador con puertos muy largos y duros como el Pico de las Nieves, el Teide o la isla entera de La Gomera. Cuando llega la hora y debes decidir qué material llevar, siempre tienes el dilema de peso vs confort. Yo decidí prescindir de material para «por si acasos» a cambio de ir cuanto más ligero mejor.
Esto quiere decir, por ejemplo, que para dormir solo llevé la manta térmica, pensando en aprovechar únicamente en los ferries para dormir o en caso de necesidad reservar sobre la marcha en algún alojamiento. En la isla de Gran Canaria tuve que echarme a dormir en una cuneta por necesidad, y por suerte la manta térmica fue suficiente, aunque una funda vivac o un saco hubieran sido de mucha más ayuda.
Opté por una bolsa de manillar Ortlieb de 4l donde me cabe la chaqueta Etxeondo para el frío, los guantes, gorro, buff, perneras y calcetines gordos. También llevé una bolsa en el tubo superior del cuadro marca BRN donde llevaba los cargadores, móvil, monedero y la comida para ir comiendo en ruta y otra pequeñita de Zefal, para más gominolas y demás. En el sillín llevaba una bolsa de herramientas con lo básico: cámara, 2 botellas co2, desmontables, parches, multiherramienta, lubricante para la cadena y un trocito de cámara por si se me raja el neumático. Además llevaba otra cámara de repuesto amarrada al cuadro. En cuanto al agua, opté por dos bidones de 750ml. Por último, llevaba puesto un chaleco-mochila de trail en la espalda de 5l de capacidad, donde llevaba más comida por si acaso, una camiseta térmica, el chaleco reflectante y me fue muy útil también para meter dentro todo lo que quería llevar conmigo en butaca durante los viajes en ferry.
En cuanto a luces llevaba dos traseras, un frontal y una luz delantera con batería externa en el manillar. Y de electrónica un Garmin, un smartphone y una powerbank de 10.000mah. Además, 3 pilas de repuesto para el frontal (y adivinen qué… ¡estaban gastadas!).
La bici que llevé es la que uso para cualquier tipo de salida en carretera, pues es la única que tengo. Una Cube Elite de 2013 que la he ido mejorando poco a poco y para esta carrera estrenaba el grupo electrónico di2, el cual ofrece un confort que solo descubres y te imaginas una vez lo pruebas. Tiene frenos de zapata y un paso de rueda máximo de 25mm. En cuanto a desarrollo, un compac 50-34 delante y un 11-30 detrás. ¿Suficiente? ¡Si hubiera llevado un piñón de 40 dientes lo hubiera usado bien a gusto también! Es una bici muy ligera, que con todo el setup (sin contar la mochila a la espalda) me pesó para esta prueba 10,800gr (sin agua ni comida).
¿Qué eché en falta o qué me sobró al final?
Al empezar la carrera de noche a las 5 de la mañana, y anochecer temprano en torno a las 19h, pedaleé más horas de noche de lo que había previsto, por lo que tendría que haberme llevado el cargador de la luz delantera para cargarla en los ferries. Por eso, tuve que hacerme toda la isla de Gran Canaria con la luz a la menor potencia. Ningún drama en las subidas, pero en las bajadas, cuando los reflejos fallan por el cansancio, cuanta más luz, mejor. Además, cuando tuve que cambiar las pilas del frontal, vi que había estado acarreando unas de repuesto gastadas, por lo que tuve que bajar 30km solo alumbrándome con la luz del manillar a la mínima potencia.
En los ferries no era tan fácil cargar los dispositivos electrónicos como pensé de antemano, por lo que me alegré de haber metido a última hora la powerbank y poder así cargar en marcha el garmin, el móvil, etc… En cuanto a herramientas, como no tuve ningún percance no eché en falta nada, pero llevar una cubierta de repuesto o un tronchacadenas, es algo que quizá podría añadir al setup si la ruta no tuviera tanto desnivel y no me importara tanto la ligereza de la bici.
Algo que se me olvidó meter en el último momento en la mochila fue un pantalón corto de deporte para quitarme el culotte en los ferris. Eso es sin duda lo que más eché en falta, pues el mero hecho de quitártelo y dejar que airee un poco la zona, hace que no se te irrite con tanta facilidad y previenes el dolor de culo posterior.
En cuanto a la bici, me cuesta reconocerlo pero debería actualizarme y hacerme con una con freno de disco. En eventos como este o la Transpyrenees, con puertos larguísimos las manos lo agradecen mucho. Además, cuando bajas de noche a temperaturas cercanas a los 0ºC, las manos duelen y se cansan el doble. Los frenos de disco, por otro lado, te permiten poder meterle neumático de 30 o 32mm de ancho, ganando mucho en confort, ya que eso te permite hincharlas también a menor presión y en carreteras rotas, como por ejemplo en Fuerteventura, todo eso suma. ¿Alguna recomendación de bici en particular?
Pasé frío, mucho frío, pero solo en las manos durante la bajada del Teide. Llevaba ropa suficiente, incluso guantes de invierno, pero durante la subida al Teide me pasé 3 horas mojado dentro de una densa niebla, por lo que a la bajada las manos ni las sentía. Es un problema que tengo siempre en las manos, no me debe circular bien la sangre por los dedos y se me congelan con facilidad. Llevaba incluso guantes interiores, que creo que fueron parte del problema pues los tenía mojados y me los quité tarde.
Mi experiencia
Son las 5 de la mañana en Órzola, norte de Lanzarote, y 50 participantes nos juntamos para comenzar la aventura. Las únicas luces que se ven en todo el pueblo son las de nuestras bicicletas, pues por alguna razón a las 4 de la mañana todo el municipio ha sufrido un apagón eléctrico y se encuentra a oscuras. No hay farolas, no hay nada. Solo estrellas en el cielo y nuestros frontales, que echando la vista atrás conforme empieza la primera subida del día, parecen estrellas a ras de suelo. La carrera empieza con un puerto largo y duro desde el primer kilómetro y no tardan en empezar las hostilidades. Yo pensaba que rodaríamos en grupo tranquilamente aunque fueran las primeras dos horas, pero está claro que la gente tiene ganas de exprimirse e incluso de mejorar los tiempos que están marcados como ritmo «audax», es decir, lo que la organización había previsto como ritmo y combinaciones de ferris más rápidos posible.
Yo empiezo con muchas dudas y respeto. Una inflamación interna en la inserción de cuádriceps-rótula me ha tenido en reposo y rehabilitación un mes entero, y es toda una incógnita cómo me va a responder. En la Gran Guanche, a diferencia de otros eventos «sin-asistencia», sí que se permite rodar en pelotón. Es una particularidad que le da un carácter especial y permite mayor compañerismo. Pero para mí, va a ser una prueba más en solitario, y de eso me doy cuenta ya durante la primera hora. No encuentro ningún grupo por delante ni por detrás. Pasan las horas y voy cruzando la isla de Lanzarote yo solo, a ratos juntándome con uno o con otro, pero nuestros ritmos diferentes hacen que no pase ni 5 minutos acompañado.
Me entran las dudas y prisas. Hay que hacer una media de unos 25km/h para llegar al primer ferry y no estoy manteniendo ese ritmo con facilidad. A las 7.30h amanece y eso siempre conlleva un chute extra de energía. Por fin disfrutas del paisaje y adentrarte en la zona del volcán de Timanfaya es un regalo. Los pelos de punta y una brisa de optimismo: «aprieta que la rodilla te está dejando». Agacho la cabeza, me agarro abajo en el manillar y me pongo en modo videojuego disfrutando del paisaje conforme se va transformando a mi alrededor. Pienso que voy a lograrlo sobre la bocina, y de repente me avisan de que el camino está cortado y que hay que tomar un atajo. Así salvo el primer reto del día, la primera isla, y gracias a esas obras en la carretera acorto 10 o 15km y llego al ferry incluso media hora antes de lo previsto. Ahí me junto con otra veintena de participantes, todos devorando los bocatas de tortilla de patatas en el bar del puerto. Se ha ido muy rápido y no ha habido tiempo de parar ni a comer ni a mear. Cualquier contratiempo puede hacer que pierdas el ferry, por lo que mejor asegurarse y no entretenerse en cosas «innecesarias» como alimentarse.
La gente sigue con prisas y la mayoría se han marcado el reto de tomar el ferry de las 16h en Fuerteventura, para llegar cuanto antes a Gran Canaria. Empiezan ya esprintando nada más salir del barco y, otra vez, asumo que estoy destinado a correr solo. Es difícil no caer en la tentación de rodar en grupo pero tengo claro que mi rodilla necesita un poco de calma y para ir en pelotón, si no eres un perro, tienes que dar relevos, y esta gente está rodando como si fuera una salida cualquiera de domingo. Paso de arreones y fatigas. Pongo velocidad crucero de 21km/h y dejo que la isla vaya consumiéndose a mi paso. No paro hasta que a falta de 15km asumo que llego fácil al ferry de las 18h que me había propuesto. Un helado, relleno agua y sigo. Fuerteventura es árida y bella. Pero una belleza ruda, de secano, muy diferente a su vecina Lanzarote, con paisajes lunares y viñedos que le dan color. Aquí todo es marrón-rojizo, pueblos solitarios en mitad de la nada y unas playas inmensas que por supuesto no voy a disfrutar en este viaje. Han sido 135km que han pasado volando, he debido poner la mente en blanco porque no me acuerdo de nada, salvo de ese puerto de más de 10km en mitad de la ruta que nunca acababa. Llego cansado, bastante cansado al ferry destino a Gran Canaria, pero no diría que llevo 240km en todo el día. Son solo las seis de la tarde y sé que tengo 3 horas de descanso en barco para continuar. Esto no ha acabado aquí, es una aventura non-stop y esta noche no voy a parar.
En el barco no he podido dormir nada, pero llego a Las Palmas de Gran Canaria más o menos bien de fuerzas y sobre todo con mucho ánimo. Si mantengo un ritmo asequible de 14 km/h en los próximos 124km con 3.000m de desnivel acumulado, llegaré al ferry de las 6 de la mañana y me juntaré con todos los de cabeza, pues no hay ningún ferry anterior que puedan coger. Hasta Telde la ascensión se hace muy llevadera y me noto con el ánimo a tope, viendo que la rodilla aguanta y que tengo ganas de rock’n roll. Pero a partir de Telde la pendiente cambia, se tuerce, se empina y la noche me envuelve. ¿Quién ha diseñado esta ascensión al Pico de las Nieves? Aquí hay coches que no lo suben. 20km o más con pendientes del 15% y subiendo. Todos los que iban en mi ferry han parado a dormir excepto Till y Annika, que van bastante por detrás. Tiene que ser preciosa esta subida, pero no lo puedo confirmar por que está a oscuras. Por lo menos hace buena noche, hay estrellas y conforme subo voy viendo abajo las luces de Las Palmas y de todas las poblaciones por el camino. Tiene magia, y malas pulgas a la vez. Llevo los riñones que no puedo más porque es imposible encontrar cadencia y de repente un coche me alcanza, se pone en paralelo y me ofrece agua, té, dátiles y bombones. Alucino… ¿de dónde ha salido este tío a la 1 de la mañana? ¿quién lleva té caliente y dátiles en el coche? Paro, acepto de buen grado su agua y un par de Ferrero Rocher y sigo. He estado a puntito de pedirle que me remonte los 5km de puerto que me quedan, pero algo dentro me ha dicho: juega limpio. Pero lo admito, la tentación ha sido enorme y me arrepiento a ratos de no habérselo pedido. Cuando al día siguiente cuento esta historia todos me dicen lo mismo: ¡era un dotwatcher que seguía la carrera y se ha pegado toda la noche asistiendo a los participantes! ¡Qué grande, qué monstruo! Me parece que se llamaba José.
Corono el maldito Pico de las Nieves, y me toca una bajada larguísima con otro puerto a mitad de 7km. Voy bien de tiempo, pero no de sueño. Pedalear solo de noche es más difícil que acompañado: menos luces, nada de conversación, más espacio para quedarte sopa. Me doy cuenta de que estoy jugándomela bastante, pues las sombras de las farolas empiezan a parecerme personas o animales y empiezo a tener sueños despierto. Canto, me hablo a mi mismo, pongo acento canario, pido un leye y leye, grito… y asumo que estoy perdiendo la cabeza. Acepto que tengo que parar, que voy a llegar muy justo al ferry de las 6 y es jugármela mucho. Veo una parada de guagua y me echo largo en el banco de piedra. La intención es parar 15 minutos. Hace frío, solo tengo una manta térmica, así que no me pongo despertador, porque lo normal es que no pueda dormir en estas condiciones. No me quito ni el casco ni el frontal. Y me duermo. Me duermo una hora y media, profundo, muy profundo. Oigo bajar a toda velocidad a Till y Annika, que iban por detras, pero no me muevo. Sigo durmiendo y me quedaría en esa posición 8 horas más, pero me levanto corriendo pues la he liado y tengo que apretar mucho para el ferry de las 8, si no… no habrá servido de nada pedalear de noche porque tendré que esperar al de las 14h.
Bajo lo más rápido que puedo, con cuidado de no irme en ninguna curva. Llego a Artenara y afronto el puerto final de 7km que se me hace llevadero. Cambio las luces del frontal, y pongo unas gastadas…¡mierda! Aprieto, amanece, veo Agaete abajo y arriba el camino del que vengo. Qué maravilla, qué paisaje, y qué lástima que me lo he perdido. Como no llegue a tiempo al ferry no habrá merecido nada la pena. Llego al puerto a la vez que el ferry se va de él… ¡Mierda!
Seis horas de descanso obligatorio hasta el próximo ferry de las 14h, en el que cruzaremos a Tenerife bastantes corredores, los cuales pararon a dormir anoche y han pedaleado por el día. No consigo dormir en toda la mañana, pero me sirve para descansar y reponer. Desayuno raviolis y almuerzo pizza. Para comer una empanada y papas. Me compro un bañador cutre de 3 euros en un Bazar y por lo menos me quito el culotte todo ese rato. Decido que esta noche dormiré en albergue y no haré el Teide de noche, pues asumiendo que ya he perdido ritmo de carrera, no tiene mucho sentido hacerlo de noche y no ver nada. Al fin y al cabo estoy de vacaciones. Cuando desembarco en Tenerife me encuentro a tope de energía. Subo el primer puerto, el de Bailadero, con buen ritmo y cadencia, acompañado de Agoney, canario de esa misma isla. Tengo alojamiento ya pagado en La Esperanza, último pueblo antes de empezar a subir el Teide. Agoney se queda a descansar y hacer noche en La Laguna y a mi me empieza a entrar el gusanillo de la noche. Este evento no es competitivo, en teoría, pero todos tenemos nuestros piques. A mi me gusta sentirme competitivo, da igual a qué nivel sea. Desde luego no compito con los de cabeza de carrera, pero sí que compito contra mi mismo, contra lo que ya he hecho, contra mis propios límites. Y desde hoy, contra el ferry de las 8 de la mañana. Mañana hay un ferry a esa misma hora que cruza a La Gomera, la última isla, y si sigo pedaleando de noche, lo puedo alcanzar muy fácil. Hoy lo perdí y me cortó todo el ritmo. ¡Mañana no se me escapa!
Cuando llego a La Esperanza paro a comprarme un bocata y ya que tenía pagada la habitación en una pensión, me subo a comérmelo a la cama… es lo más snob que he hecho en mi vida: pagar alojamiento para comerme un bocata tumbado. De pronto empieza a llover afuera y me entran dudas, pero miro la meteo y en teoría no dan lluvias arriba. Sin embargo, para mañana auguran nieve, por tanto hay riesgo de que corten la subida al Teide y se acabe la carrera definitivamente para mí. No le doy más vueltas y salgo del hotel. Son las 20.30h y me queda una subida de 30km. No llueve pero la niebla es densa, la cual voy cortando a mi paso. Del Teide solo veo las líneas blancas del arcén y las balizas de nieve. La luz de mi frontal se refleja en la niebla y no consigo ver a más de 50cm de mi rueda. Sé que no estoy haciendo lo correcto. Voy muy bien de fuerzas y de sueño, pero me estoy metiendo en la boca del lobo: se sube hasta cota 2.300 y no sé si esta niebla arriba será ya nieve, agua o qué… Cuando llevo ya mitad de ascensión completada asumo que no hay vuelta atrás y dejo de darle vueltas. Voy empapado hasta arriba de tanta niebla que he comido y cuando llego al Parque Nacional del Teide me encuentro a Ana Orenz que había cometido la misma imprudencia que yo y quería hacerlo de noche también. Son las 23h y hacen 0,5ºC y una pareja en una furgoneta le dan cobijo, pues está a punto de la hipotermia. Me ven, me llaman y me cobijan a mi también. Son un chico de Lanzarote y una chica de Noruega, que alucinan con el tipo de carrera que estamos haciendo y nos dan todo el calor que pueden. Tratamos de secar nuestras ropas, nos dejan abrigo y nos hacen un té. Una hora entrando en calor y decidimos salir. Como por arte de magia la niebla densa ha desaparecido durante este rato y ahora el cielo está despejado, condiciones perfectas para celebrar mi cumpleaños, que comienza justo en ese instante.
Tanto Ana como yo nos alegramos de habernos encontrado arriba y de la suerte que hemos tenido. 50km de bajada nocturna se hacen más llevaderos acompañado. A mitad, tengo que parar por necesidad ya que siento que se me van a caer los dedos del frío. A pesar de haber entrado en calor en la furgoneta, los guantes no se han secado del todo y la bajada es muy fría. A las 3 de la mañana llegamos a Los Cristianos y nos alegramos de estar vivos. Es para estar contento, sí, pero no dejo de pensar que ha sido una idea estúpida, que podría haber acabado muy mal. La subida la llevé bien, pero la bajada era de mucho riesgo en esas condiciones. Si hubiera seguido la niebla o hubiera llovido, a saber lo que hubiera pasado. Horas después me entero de que Héctor, que subió también de noche, tuvo que pedir auxilio a las 7 de la mañana y bajó en ambulancia con hipotermia. ¡Pero bueno, estoy bien y por fin le he ganado la partida al ferry de las 8!
Cruzamos a La Gomera Ana, Till, Annika, Jorge y yo en el mismo barco. Desembarcamos y me encuentro a Justinas que terminó ayer en tercer lugar y tiene ganas de seguir pedaleando, así que se apunta conmigo a dar la vuelta a la isla otra vez. Todos empiezan rápido a pedalear pero yo ya no estoy en modo carrera. He conseguido llegar aquí hoy, en mi cumple, cuando todo apuntaba a que tendría que alargarlo un día más y voy a disfrutar de la última isla. La Gomera es increíble, parece que todos los puertos aquí tienen 20km y son duros. Arriba, en el centro de la isla, hay un bosque de laurisilva y una niebla permanente que le da un toque mágico. No parece posible que haya llegado allí en bicicleta, parece que estoy mucho más lejos, en alguna isla remota de Asia. La mente sabe que ya solo quedan 100km hasta meta y se relaja y empiezan los dolores: culo, rodilla, cervicales… Pero acompañado de Justinas y de Matt, el organizador, haciendo fotos, se hace mucho más llevadero. Paramos a comer de plato y tenedor en Arure, ¡que por algo estoy de cumpleaños! Descubrimos el potaje de berros, el almogrote y el barraquillo con licor, preludio de lo que van a ser los próximos 5 días de vacaciones con Justinas en la isla: seguir descubriéndola a pedales adentrándonos en sus pequeñas poblaciones en busca de bares auténticos donde el tiempo parece haberse detenido.
En este tipo de pruebas pasas por mil estados de humor diferentes; la falta de sueño y el desgaste físico hacen mella y pueden ser difíciles de gestionar, como también lo es el exceso de optimismo y sentirte exultante de energía cuando las cosas van bien y todo parece fácil. Por eso, se convierte en un constante diálogo contigo mismo en el que aprendes a conocerte de forma intensa y profunda, y eso engancha, igual que la sensación de superación personal después de un reto. Por eso, a pesar de los momentos de soledad y bajón que siempre se viven en estas pruebas, hay algo dentro de tí que te pide volver, y mejorar donde fallaste y descubrir cuánto más allá puedes ir, o qué otro ferry anterior podrías coger. Por eso, pienso que volveré.
Si te interesan los tracks y los datos, puedes ver en mi Strava el registro de cada isla por separado. LINK
Para ver cómo quedó la clasificación y los tiempos, puedes verlo aquí.
Si quieres descubrir más acerca de Gran Guanche, apuntarte a la versión Gravel en marzo 2022 o leer consejos para organizarte tu propio viaje descargándote los tracks, échale un ojo a su página web.