Una bicicleta con casi un siglo de historia, miles de kilómetros y aventuras a cuestas y sobre todo mucho, pero que mucho óxido.

A continuación os presentamos su historia, y el proceso detallado de como la restauramos manteniendo todas «las huellas que el tiempo deja».

Juan José, propietario de la bici, es un sencillo conductor de autobuses urbanos de nuestra ciudad, descendiente del pueblo de Fayón, que un día pasó por el taller a pedir un presupuesto sin ningún compromiso. Como cada vez más gente, ha querido darse el capricho de restaurar su bicicleta Vasco Belga, para decorar con estilo su casa. Hoy os presentamos su bicicleta y su historia.

Pero antes de nada vamos a hablar un poco de esta extinta marca de bicicletas. La Vasco Belga fue una empresa fundada por Luis Iriondo a principios de Siglo XX. De fabricar armas, pasaron a fabricar bicicletas, como ocurriera en Éibar y Euskadi tras la reconversión empresarial e industrial. Con la caída de la demanda de armas en los periodos de postguerra, estas grandes fabricas dejaron de producir tubería para las pistolas, fusiles y escopetas, y empezaron a ensamblarlas para fabricar bicicletas.

La Vasco Belga era una de las grandes empresas de bicicletas de principios de siglo XX,  junto con BH, Orbea y GAC, y pasó en 1931 a llamarse CIL, después Super CIL y por último Torrot. , que dejó de fabricar bicicletas en los años 80, pero que recientemente reapareció en el mercado con motos y bicicletas eléctricas. ¿Os suena de algo todo esto?

Para más información recomendamos leer este artículo del Museo de la Industria Armera de Gipuzkoa, y este otro de «Randonneur» sobre la historia de la bicicleta Eibarresa.  De verdad que merece la pena aprender un poco de historia, y alucinar con la evolución de la industria y de nuestro deporte.

Y en cuanto a semejante trabajo imposible, la verdad que no sabíamos con seguridad si iba salir bien o no, pero había que intentarlo. Al principio intentamos quitar el oxido superficial en seco, pero nos llevábamos la pintura original así que utilizamos la «técnica del vinagre». Como buen ácido que es, se lleva el oxido, sacando a al luz el color del acero que hay debajo, que todavía no se ha oxidado. Como no tenemos una bañera con vinagre en el taller, lo envolvimos en bayetas que recortamos a la medida, lo empapamos bien, y después lo sellamos con film transparente para que tardase más en secar y el vinagre actuara mejor. Y por arte de «magia» se fue gran parte del óxido. Pasando una lija fina y un cepillo lo terminamos de quitar, y una vez bien lavado y secado le dimos varias capas de laca para retrasar la aparición del óxido lo máximo posible. De hecho al quitar el oxido aparecieron detalles de los fileteados que no se veían antes, y un color rojo muy bonito. No podíamos creerlo. Era como estar en una cueva escondida y haber descubierto unas pinturas rupestres!

Muchas horas con la lija, la lima, la Dremel, el taladro  y la pulidora de mano, y al final conseguimos dejar la bicicleta así de digna.

Os podéis imaginar la cara de Juan José al ver su Vasco Belga restaurada. Incluso el cambio original Gloria de tres velocidades funcionaba. Tiene una palanca que al pedalear hacia detrás cambia de piñón. Es un poco raro la verdad, pero funciona como hace un siglo!

Colocar las matriculas originales de la época, una cinta de manillar de algodón, y recuperar el color y la flexibilidad del sillín de piel son detalles que hacen de éste un bonito trabajo. Hicieron falta cinco o seis baños de crema en la piel del sillín hasta que «volvió a la vida».

Y esto es lo que nosotros llamamos una «restauración original» de una bicicleta antigua. Y esta ha sido la primera vez en ocho años como restauradores, que nos encargan el trabajo de una Vasco Belga. ¡Rezaremos al espíritu de Vicente Blanco para que no sea la última!