Comenzamos el año con otra bonita historia. Un relato sobre como una familia tuvo siempre presente a la bicicleta. Tanto como herramienta de trabajo, como medio de transporte y divertimento. Una de tantas familias que gracias a la bicicleta se ahorraron largas caminatas en un tiempo en el que ni siquiera «el rico del pueblo» tenía coche. Es una historía que pone en valor el respeto y el cariño por lo propio, por lo que es de una, por lo que tanto ha ayudado a uno a salir adelante. Una historía sobre una bici destartalada de varillas y una señora que merecía que su amiga fuese restaurada.
Vamos a comenzar hablando de la primera: Una Orbea dama varillas 650 de los años 60.
Como se puede apreciar en las fotografías el estado inicial de la bicicleta dejaba mucho que desear. La humedad y el propio clima de Galicia habían hecho estragos durante más de 50 años, y es que esta bici había viajado 800 kilómetros para ser restaurada en Zaragoza capital.
Con el paso de los años, a pesar de las sucesivas capas de pintura que había recibido, el acero vizcaíno que la componía había caído enfermo y necesitaba cuidados urgentes. Los cromados, desaparecidos bajo un montadito de óxido y pintura plateada mate, eran solo un recuerdo. Igual que la parrilla y los guardabarros, extraviados en algun momento de su quincuagenaria vida.
La astucia de personas como Cándido Rey (el mecánico del pueblo), que se habían encargado de reparar y mantener en funcionamiento esta máquina, había conseguido alargar su vida útil pero el alambre, el martillo, el yunque y la brocha no podían hacer milagros y la bicicleta aguantó hasta que ya no pudo más. Y allí se quedó en un pueblecito costero de Lugo esperando otra oportunidad.
Para realizar nuestro trabajo no solo teníamos que desmontar la bicicleta y volver a montarla poniendo todo a punto. Además era necesario encontrar unos guardabarros y una parrilla de la época, encontrar repuestos de tornillería y algún entresijo más.
Por supuesto era más que necesario un lavado completo de cara. Una buena capa de pintura para que la humedad de Galicia no volviera a atormentar a esta pequeña Orbea en mucho tiempo. Así pues decapamos el cuadro, la horquilla, el cubrecadenas y los nuevos guardabarros y parrilla, para poder pintarlos en este color tan vivo.
Los tornillos, prisioneros, pernos, varillas, manillar, frenos y en general todo lo que en su día brillaba como la plata necesitaban ser cromado otra vez, y así se hizo.
El resultado se puede apreciar muy bien en las fotografías que os mostramos. Una vez pintada toda la bicicleta le colocamos unas calcas de reproducción adquiridas en la tienda online de Reciclone. Los clientes insistieron en que querían el detalle de los «fileteados» en dorado así que no nos pudimos resistir y los detallamos en las uniones de los tubos, en los guardabarros y en el cubrecadenas. Quedó muy chulo!
El montaje del manillar con los muelles siempre es tarea dificil en este tipo de bicis. Solo se necesita un poco de maña y bastante paciencia ya que es complicado atinar a la primera y colocar todo en su sitio. El estado de los materiales resultó no estar tan mal y fue rapido recolocar todo en su sitio. Detalles como buscar un sillín original Orbea o unos protege-faldas para la rueda trasera marcaron la diferencia, consiguiendo que la bicicleta Orbea dama 650 recuperara toda su esencia original. A las pruebas nos remitimos.
Llegados a este punto ya conocéis de sobra a la primera de las dos protagonistas de esta historia. Para mas detalles os mostramos las fotos del resultado final.
Y a continaución os vamos a presentar a su ciclista: Encarnación Rivas Bermudez
Han pasado 5 décadas desde el día en que Manuel Rivas regalase a su hermana Encarnación esta bicicleta. Por aquel entonces la familia Rivas viviá en un «burgo» llamado Vidueiros y cada día tenían que bajar desde allí hasta el pueblo más cercano llamado San Ciprian. Para los que no situeis en el mapa esta zona de Lugo se trata de unos pueblecitos justo al lado de Viveiro, pueblo pesquero y rockero que cada verano organiza el festival Resurrection.
Manuel trabajó duro para poder permitirse la compra de una bicicleta que tanto necesitaba su hermana. Gracias a ello Encarnación pudo bajar a San Ciprian cargada con una mochila, un cesta delantera con hasta once botellas de leche fresca y con su sobrina María del mar cargada en la parrilla trasera.
Si sois capaces de imaginar a Encarnación montando en su bicicleta cargada hasta los topes tambien sereis capaces de imaginar lo que para ella supuso ganar la libertad de desplazarse a pedales por su pueblo y alrededores, trabajando, creciendo y disfrutando. Ahora imaginad la cara que puso cuando entró de sorpresa por el taller acompañada de su marido Graciano, su hijo José Manuel, su nuera Elena y sus dos nietas Elana y Eva a recoger un regalo merecido. Una Orbea dama 650 con apellido «Rivas» recien restaurada la estaba esperando. La oportunidad de pedalear otra vez juntas había llegado.