Cuando apareció el cliente por la puerta del taller no nos lo creíamos: «Que me he bajado hoy que tengo libre a traeros la bici a ver si me la restauráis. Vengo de Bilbao y quiero que me la dejéis como nueva»… ¡De Bilbao tenía que ser!

La bicicleta parecía recién rescatada de la ría. Suciedad incrustada, óxido hasta en el sillín, nada que recordara un pasado glorioso… la faena parecía más apropiada para un arqueólogo, o un nigromante…

Ya solo en desmontar la bicicleta pieza por pieza, fotografiar cada parte para tener un guion que seguir en el posterior montaje, y clasificar todo por separado, nos pegamos más de cuatro horas. Casi lo que cuesta desmontar una bicicleta moderna y volverla a montar por completo!

La suciedad incrustada en los guardabarros, lo nunca visto! Una costra de un centímetro de espesor de barro de cuando por la ría de Bilbao no se podía ni pasear porque olía a peste o te atracaban a punta de navaja. La bicicleta era tan antigua que las cabezas de los tornillos eran lisas y tuvimos que hacerles pequeñas muescas con la Dremel para meter un destornillador plano y poder desenroscar las tuercas. Poco a poco, y con mucha paciencia fuimos desmontando cada pieza de semejante ruina.

El tema del foco sí que fue un triplazo a lo Chicho Terremoto. La dinamo no funcionaba, pero el cliente quería conservar todo original, y que fuera la luz, así que se nos ocurrió probar a instalarle el circuito a pilas de un foco retro con led.

Desmontar el foco original, pestañita por pestañita, quitar remaches, agujerear, atornillar…

Y mucho cuidado con el cristal del foco original porque si se rompe ya no encuentras repuesto!

Después de dos horas conseguimos que el foco funcionara a la perfección sin que se pudiera notar que llevaba por dentro pilas. Y lo mejor de todo, ahora te ahorrabas el tener que conectar la dinamo y escuchar el dichoso ruido en contacto con el neumático. Un auténtico manjar!

A lo largo del primer siglo de historia de la bicicleta, era habitual encontrar trabajos de pintura artesanales muy finos, con detalles por toda la tubería, que se fueron perdiendo con la entrada de la producción en masa y la sustitución de la mano de obra por maquinaria industrial.

El arte de filetear es algo que se ha perdido en el sector de la bicicleta. Esta técnica también conocida como Pinstriping se mantiene viva por ejemplo en el mundillo del tuneado de motocicletas, pero ya ninguna marca vende sus bicicletas con los detalles pintados a pincel.

Sólo unxs pocxs restauradorxs ofrecemos el servicio de fileteado para conseguir una restauración integral de la bicicleta. Tradicionalmente los más hábiles trazaban las líneas rectas a mano alzada, pero nosotros que fileteamos unas pocas bicis al año utilizamos la técnica de enmascarar con cinta adhesiva muy finita para dejar el espacio exacto para que la pintura deje una fina linea recta. De todo esto lo que más tiempo lleva sin duda es enmascarar y dejar secar la pintura. Hacen falta varios días para filetear a dos colores por ejemplo.

En cambio lo que sí fileteamos a mano alzada fueron los detalles dorados en los racores (las uniones de las tuberías), pero las líneas rectas siempre con cinta de enmascarar.

Una vez que teníamos la tornillería limpia y pulida, (no las niquelamos para que no pierdan «fuerza» las roscas), y el cuadro, horquilla, guardabarros y parrilla pintados, nos preparamos para el montaje siguiendo el estricto orden de desmontaje que hicimos. Dirección, pedalier, tija, bielas, pedales, ruedas, transmisión, manillar, sistema de frenos, guardabarros, etc.

Las únicas partes originales que no conserva la bicicleta son las ruedas (imitación clásicas), el sillín y los puños (los pusimos de madera como guinda del pastel)

El resultado = «una imagen vale más que mil palabras».

Podríamos decir que después de muchas horas de trabajo hemos conseguido trasformar una ruina de bicicleta en un tesoro.

¿Y tú? ¿Qué te parece cómo ha quedado?