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Payolle – C. d’Aspin – C. De Peyresourde – Bagneres de Luchon – C. des Ares – Aspet

113km

He decidido que continuaré por las montañas, evitando así bajar ya al llano y hacer ciudades como Toulouse. No me apetece ir parando en grandes ciudades. Prefiero seguir por el monte, conocer pueblos pequeños y acampar bajo este cielo inmenso que por el momento se está portando fenomenal de día y de noche.
Subir el Col d’Aspin no ha sido muy duro. Ayer hice una parte, y hoy por la mañana, fresco y tras un café, he hecho los últimos 6 km.
Arriba hay unos ingleses que participan en una prueba de alta resistencia física: Hendaya – Cerberé (Cantábrico – Mediterráneo) en 4 días y sin ningún apoyo externo. Tú y tu bici solos. En este caso son 3 adultos y dos hermanos, que no superan los 20 años, que lo hacen en grupo. Hacen una media de 160 km diarios y llevan lo mínimo de equipaje. Unas bolsas a medida que se adaptan a sus cuadros para no perder ni un ápice de aerodinámica y un par de barritas energéticas. Duermen en hoteles y no les hace falta más. Han hecho el mismo recorrido que yo estos últimos dos días y aún seguiremos la misma ruta el día de hoy. Llevan bicis tan ligeras, que ese mínimo peso de equipaje que portan ha hecho que a uno se le haya roto un radio tras pasar un bache.
Después de descender el C. d’Aspin por la otra ladera, toca enfilar el Col de Peyresourde. No sabría decir cuál de todos los puertos es más duro. Quizá el Tourmalet por ese último medio kilometro que se me atragantó, pero todos superan los 10 km y unas pendientes del 8%. Yo con todo el peso que llevo me los tomo con calma. Hace un día casi asfixiante y por suerte, a la altura de Lourdervielle asoma un río. Me refresco entero y lleno mi botija que estaba ya en las últimas.
Los catalanes que me hicieron la foto el día anterior en el Tourmalet siguen por aquí y me los cruzo bajando. «¡Vamos jabato!», me gritan. También los vascos que acampaban conmigo en el lago camino a Aspin bajan a más de 80 km/h, mientras yo a duras penas consigo mantenerme encima de la bici en los tramos más duros de la ascensión.
Llego a la cima y ahí están los ingleses en la pequeña cafetería. Me ven y se levantan de su mesa para salir a animarme como si estuviera llegando a meta. Me siento como si realmente hubiera ganado una etapa. En toda la ascensión, en el asfalto, el más querido de los ciclistas parece ser Valverde, con su nombre pintado en todas las rectas. Pero hoy, a él no le esperaba nadie y a mí me han montado una buena bienvenida; así que hoy he ganado yo.
Me siento con los ingleses a la mesa, que alucinan con mi rollo. El suyo tampoco está nada mal, pienso. El mayor de los dos hermanos realmente está emocionado y seguro que lo próximo que hará al llegar a Londres es montarse una bici de cicloturismo para viajar en bici a su aire.
Bajo a Bageneres de Luchon y ya he cambiado de región. Ésta se llama Haute Garone y la impresión que me da al pasar por los pueblitos es que se parecen más a los de nuestro Pirineo. La otra zona era más como lo que yo imagino de Suiza, y aquí parece que los pueblos tienen un núcleo más definido, no hay casas con jardines tan grandes y separadas unas de otras, y se ven gente y bares. Me gustan estos pueblos, aunque paso volando por ellos y solo he parado en Luchon.
La bajada ha sido increible. Los «tresmiles» se ven imponentes y pienso que esos dos que llevo viendo todo el día deben de ser el Aneto  y el Posets el de más allá, a donde subía con 10 años con mi padre. Desde el valle de Benasque los reconozco con los ojos cerrados. Desde este me lo tengo que imaginar, pues no he visto antes su cara norte desde abajo.
Ya se han acabado estas montañas. En Luchon viro al norte y me escapo por el valle hacia abajo, adentrándome en lo que imagino será el pre-pirineo francés. Iré dirección St. Girons hacia Carcassone, pero antes hago noche en Aspet.

Aspet – St. Girons – Foix – Mirepoix

138 km

Me dirijo a Carcassone que está a unos 170 km dirección Este. Según mi mapa de carreteras Michelin, la única opción es atravesando el puerto del Portet d’Aspet, pero lo veo innecesario y seguro que hay caminos alternativos. Al final, preguntando, tomo una carretera a la salida de Aspet que me lleva entre pueblos rurales por lugares increíblemente bonitos. No me libro de hacer un puerto, aunque más pequeño que el que debería haber hecho.
Es temprano y el día está con niebla. Conforme subo el puerto la voy rompiendo y mis brazos se llenan de rocío blanco, parece que tengo canas. Cuando se acaba el puerto y lo bajo por el otro lado, me doy cuenta de que estoy perdido y que mis previsiones acerca de esa ruta eran equivocadas. ¡Es lo que tiene improvisar e ir sin GPS! Voy dirección St. Girons y al final con algo de intuición y gente amable, salgo de la maraña de caminos rurales donde estoy y enfilo la carretera secundaria correcta. Esta zona es preciosa y apenas me he cruzado con un solo coche. Pueblos rurales, con huertos y corrales en las casas. El día gris los hace aún más recónditos y solitarios. Bien podría ser donde Bart Simpson hace intercambio y le emborrachan a base de vino y anticongelante. Aquí no hay máquinas expendedoras de baguettes, pero pasa el panadero en furgoneta y la gente sale a comprar pan y brioches. Un viejo que acaba de comprar una barra me da indicaciones y de paso me enseña algo nuevo en francés: «avec plaisier, monsier!».
He pasado ya St. Girons y los kilómetros se van sucediendo uno tras a otro a gran velocidad. Se agardece una etapa sin mayores costeras. Al llegar a Foix alucino con el castillo a lo alto del pueblo. No tenía ni idea de adónde iba pero me alegro de haber pasado por aquí. Es todavía pronto por la tarde, las 5 o así, y no me apetece quedarme aquí todo el día. Iré unos kilometros más hasta que encuentre un sitio donde me apetezca hacer noche. Al final, he hecho 30km más, en total llevo más de 130 hoy y me apetece parar. El siguiente pueblo es Mirepoix y si está bien, cenaré ahí y me quedaré hasta mañana.

Entro en Mirepoix y alucino. Son las 7 de la tarde y está lleno de gente, de tenderetes de artesanía y el pueblo sigue con la onda medieval de Foix, con casas muy antiguas. Me entero de que hay un festival de teatro de calle. Voy a la plaza y…¡sorpresa! ¡Ahí está María, de la compañía Desparpajo haciendo un espectáculo, y su pareja Pablo! A través de mi hermana, que tiene una productora de arte de calle, Con Mucho Arte, y por otros círculos y viajes que he hecho, conozco a mucha gente de ese mundillo, pero lo último que me esperaba era encontrarme con ellos aquí, ¡en un pueblo en el que he parado por casualidad, por la simple razón de que a Carcassone ya no me daba tiempo de llegar! Pequeñas casualidades (¿o causalidades?) que ocurren cuando uno está en movimiento, expuesto a cosas que se salen de la rutina. Siempre me ocurren coincidencias de este tipo, y nunca dejan de sorprenderme y alegrarme.
Obviamente aquí encuentro el lugar que estaba buscando para pernoctar y, además, parece que me quedaré más de una noche. Esta noche hay fiesta, ¡que ya me va apeteciendo! La etapa ha sido larga, pero una buena parte picaba para abajo, así que quedan energías.

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